jueves, 12 de julio de 2007

La niña calva

La mayoría de mis conocidos ya sabéis esta historia:

Cuando yo era pequeña veía a una niña calva. Esta niña estaba siempre sentada en una butaca frente a la puerta en la habitación de mis padres, al terminar el pasillo de 12 metros que conducía a los dormitorios. Yo cruzaba el corredor acompañándome de un grito siempre que la veía. Ella se reía a carcajada limpia, aunque no tengo muy claro si la oía. Era muy delgada. Digamos que a día de hoy la describiría como si hubiera recibido quimioterapia.
Al llegar al otro extremo siempre alguien me regañaba y me decía que no chillara. “Es que he visto a la niña calva”. “¡Qué niña calva ni qué ocho cuartos”. No sé muy bien en qué momento dejé de verla. Tras cuantos chantajes inocentes de mis hermanos “mira que si no se lo digo a la niña calva…” Pero lo cierto es que en algún momento dejé de verla.
Después esa habitación se convirtió en mi dormitorio, con otros muebles y mis cosas, claro. Pero esa esquina siempre me dio escalofríos. Cuando mi hermana se fue de casa y el cuarto quedó sólo para mí el miedo se acentuó de nuevo. Cuesta acostumbrarse a la soledad, no sobresaltarse con los ruidos –aunque sean de la lámpara enfriándose, o de los vecinos caminando-. Recé muchas plegarias. Visité alguna que otra iglesia para pedir por favor que se me fueran los miedos. Y con el paso de los años y el aumento de confianza en mi misma logré liberarme del miedo. Nunca más he tenido esa sensación paralizante porque, en caso de que mi mente empiece el peligroso juego, sé pararlo al instante.
Ahora me surge un interrogante: ¿qué hubiera pasado si en vez de alejarme corriendo y gritando de la niña calva me hubiera acercado a ella a preguntarle quién era y de qué se reía? En mi fuero interno tengo la sensación de que alguna vez lo hice. Quizá en ese momento dejé de verla, no sé. No lo recuerdo.

domingo, 8 de julio de 2007

Algunos datos

En el mundo, en el año 2004, se gastó en la adquisición de armas de
guerra 1.040.000 millones de dólares.

Tan solo una rebaja del 1% sería suficiente para sentar frente a un
pizarrón a todos los niños del mundo.

“Lo criminal es que con el 0,5 % del gasto en armamentos se podría
resolver el problema alimentario de todo el mundo”.

Estos datos no me los he inventado yo, y son de una fuente fiable. Estoy de acuerdo en que lo verdaderamente criminal es que somos la única especie que puede modificar la situación de necesidad y conscientemente no lo hacemos. Y hay una pregunta cuya respuesta me da miedo: ¿qué pasaría cuando todos los niños estuvieran alfabetizados y todos los estómagos alimentados?
Quizá sea mejor seguir pensando que, efectivamente, otro mundo mejor es posible. Y tratar de que así sea.