jueves, 21 de febrero de 2008

Tirar p'alante

foto: Pepe
Lo que pasa es que nos entretenemos con tonterías. Cada uno tiene las suyas. No las hay mejores ni peores. El camino de la vida es en el que estamos, ni más ni menos. Y es el camino de la muerte, de sobra lo sabemos. Con el paso del tiempo, con las experiencias vividas y normalmente con la combinación de ambas vamos abriendo cada vez más los ojos al comprender: ¡Ah, es esto! Y no nos damos cuenta hasta que es demasiado tarde. Y vuelta a empezar. Porque la vida también es eterna. Incluso la nuestra. La eternidad de un segundo. Y si comprendo esto, entonces, ¿por qué no hago algo? Y es que no quiero que para mi la vida sea sólo disfrutar de familia, amigos y trabajo. Llorar las penas, aprender, olvidar, reír, cantar, bailar... Quizá todo se reduzca a que no voy a tener hijos y no dejo un legado de mí, cosa que por otra parte no siento necesaria. Pero sí necesito sentir que he hecho ALGO más que vivir por y para mi. Es eso. Y tengo que encontrar ese algo. Ya. Eso es lo que me falta descubrir: si el motor está oxidado, roto o esperando una puesta a punto. O, simplemente, sigue en ralenti. Quizá sólo tenga que tirar p’alante. Sin más.

lunes, 18 de febrero de 2008

Los mentirosos

Es increíble ver tan claramente cómo se van fraguando. Cómo a fuego lento, despacito, con el pasar de los años, se pueden convertir en expertos en la materia. Tanto que dudan de sus verdades y sus mentiras. Viven dos mundos paralelos y según el decorado adoptan una u otra verdad, una u otra mentira.
Mi alumno A. (por salvaguardar su identidad) ha sido capaz hasta de llorar diciendo "yo no lo hice". Después de 3 días se seguía declarando inocente. Es más, hasta se autocompadecía por ser chivo expiatorio. Me ha costado mucha paciencia, tesón, firmeza y también sufrimiento que fuese reconociendo, poco a poco sus mentiras. En todo momento le he explicado que como todas las pruebas le señalaban a él yo creía que era responsable, a pesar de que quizá no lo fuese y otra persona lo estuviese perjudicando deliberadamente. He conminado al resto a no hacer sufrir a un compañero, que las bromas dejan de serlo cuando alguien padece. Los he dejado deliberar entre ellos, libres de mi presencia. Y ni por esas. He utilizado todos los recursos constructivos que conozco y algunos que intuyo... hasta que al final no lo ha podido ocultar más y ha confesado.
¿Qué había hecho? Nada importante. Lo grave es que con 10 años tenga ya los recursos y los reaños que tiene para intentar eludir las consecuencias de sus actos. He decidido que no voy a tomar ninguna represalia -qué horror de palabra-. Creo que con verse desenmascarado tiene suficiente. Espero que eso le haga recapacitar más que cualquier otra cosa. Se lo he explicado. Le he dicho que a mí lo único que me interesa es que aprenda de sus errores. Que aprenda a convivir. Y que sea feliz. Que todos seamos felices.

viernes, 1 de febrero de 2008

Corazón


Cuando un corazón se rompe hay que intentar, por todos los medios, recoger y pegar todos y cada uno de los pedacitos que han quedado esparcidos. Es una tarea que lleva su tiempo: a unos les basta con unos días, otros se pasan meses y meses, y unos cuantos tardan años. Es cuestión no sólo del número de añicos en que se haya despedazado el músculo, si no de la habilidad de su dueño, del tiempo que le dedique, de las ganas…
Ocurre que, a veces, no somos capaces de encontrar todos los trocitos, o incluso que alguno de ellos se ha pulverizado y no podemos recuperarlo. En estas circunstancias es muy importante rellenar el espacio vacío, decorarlo como más nos guste. Así que, si algún día te encuentras con un corazón de lana, papel, tierra, nube, ceniza y viento no te extrañes. Cuídalo bien y procura no romperlo.