domingo, 25 de febrero de 2007

Lola y la gente

Y mi Lola, ¿qué preocupaciones tiene? Que no le falte comida y la ración de caricias. Ver qué día puede volver a escapar y hasta dónde llegará esta vez, qué cama es más blandita o más suave, cerca de qué radiadior está más caliente o en qué sombra descansa mejor, desde qué poyo se ve pasar mejor la gente, quién sale o entra ahora de la casa. Cómo colocarse mejor entre el teclado y yo, puediendo apoyar la cabeza para ehcar un sueñito si procede; que nadie le robe su espacio ni una pizca de atención... Casi casi como mucha gente.

3 comentarios:

Diabetes dijo...

Me recuerda a una señora de mi edificio que se sienta cerca del portal, en la calle, en verano y con la que procuro no subir en ascensor porque, francamente, huele raro.

enmovimiento dijo...

Mira que eres bruto! Con lo sensible que estoy yo hoy y tú dándome estos hachazos. ¡¡Es que sé qué señora dices!! Brrrr. Creo que llevo viéndola allí toda la vida. Y la verdad, para nada era la sensación final de la que yo trataba de hablar. Yo me refería más a la percepción felina de la vida: me lo merezco todo por ser quien soy, y como soy. Y a la vez las cortapisas que la vida nos va poniendo... en el caso de mi gata, porque Lola es una gata, la absoluta privación de su libertad y la expropación de sus más básicos instintos. Bufff. Ya te digo que estoy rarita.

Diabetes dijo...

A veces apetece ser gato: sin preocupaciones, sin obligaciones, con todo el día para hacer nada. Pero para eso está el verano. Es una gran vida, pero sólo temporalmente. Es mejor sufrir un poco pero estar vivo racionalmente.
¡Lola no aprenderá nunca francés ni cha-cha-cha!