lunes, 18 de febrero de 2008

Los mentirosos

Es increíble ver tan claramente cómo se van fraguando. Cómo a fuego lento, despacito, con el pasar de los años, se pueden convertir en expertos en la materia. Tanto que dudan de sus verdades y sus mentiras. Viven dos mundos paralelos y según el decorado adoptan una u otra verdad, una u otra mentira.
Mi alumno A. (por salvaguardar su identidad) ha sido capaz hasta de llorar diciendo "yo no lo hice". Después de 3 días se seguía declarando inocente. Es más, hasta se autocompadecía por ser chivo expiatorio. Me ha costado mucha paciencia, tesón, firmeza y también sufrimiento que fuese reconociendo, poco a poco sus mentiras. En todo momento le he explicado que como todas las pruebas le señalaban a él yo creía que era responsable, a pesar de que quizá no lo fuese y otra persona lo estuviese perjudicando deliberadamente. He conminado al resto a no hacer sufrir a un compañero, que las bromas dejan de serlo cuando alguien padece. Los he dejado deliberar entre ellos, libres de mi presencia. Y ni por esas. He utilizado todos los recursos constructivos que conozco y algunos que intuyo... hasta que al final no lo ha podido ocultar más y ha confesado.
¿Qué había hecho? Nada importante. Lo grave es que con 10 años tenga ya los recursos y los reaños que tiene para intentar eludir las consecuencias de sus actos. He decidido que no voy a tomar ninguna represalia -qué horror de palabra-. Creo que con verse desenmascarado tiene suficiente. Espero que eso le haga recapacitar más que cualquier otra cosa. Se lo he explicado. Le he dicho que a mí lo único que me interesa es que aprenda de sus errores. Que aprenda a convivir. Y que sea feliz. Que todos seamos felices.

3 comentarios:

Diabetes dijo...

Hay dos Diabetes: uno absolutamente escéptico respecto a la capacidad real de poder cambiar a un niño, y otro que procura ignorar ese escepticismo para levantarse por las mañanas con una motivación razonable.

Puede que no haga más que decir lo dicho, pero a menudo es cosa de los padres.

enmovimiento dijo...

Sí, es que nuestra labor muchas veces va más encaminada a los padres que a los hijos, por eso es tan difícil. Los niños, aunque tengan ya su "esencia", se modelan según las experiencias y sí creo que todavía son susceptibles de cambio. Pero sus progenitores... eso sí que es otro lalala.

Anónimo dijo...

Pues yo me niego a castigarme a mí misma por el comportamiento de mis hijos (y, creedme, sé de lo que hablo). Me va pareciendo como que este tema está empezando a mitificarse: NO SIEMPRE LOS PADRES TENEMOS LA CULPA, leñe. (Es como eso de que si te ven leer, luego van ellos y leen, ja!!)
Estoy convencida de que hay un componente genético contra el que es muy pero que muy difícil luchar y, de nacer la criatura con dicho gen, que Dios nos pille confesados para intentar modificar una conducta en un niño.
Eso sí, la esperanza es lo último que se pierde.
Firmado: una madre que lleva ya más oportunidades dadas que ni sé... (se me nota muy quemada?)